Mucho antes del turismo de masas y el hormigón de los paseos marítimos, del destape y la obsesión por las suecas, Torremolinos albergó algunos de los primeros grandes hoteles de Andalucía. Entre ellos destaca el Castillo de Santa Clara, una espectacular fortificación erigida en 1763 en plena Punta de Torremolinos, conocida como el morro, para defender la estratégica Bahía de Málaga y frenar el avance de los piratas después de que la última quema de casas y molinos resultara devastadora en la zona. Allí, más de un siglo después, se instaló George Langworthy, un rico comandante militar nacido en Manchester y que era conocido como el inglés de la peseta por dedicarse a repartir monedas entre ancianos sin hogar, pescadores que se quedaban en tierra o cualquiera que se acercara a la finca.
En 1898, Langworthy y su pareja, Anne Margaret Roe, adquirieron el castillo, por entonces un cuartel de carabineros, y lo transformaron en una residencia con espléndidos jardines y miradores sobre el mar. También mandaron construir caminos hasta las playas de La Carihuela y El Bajondillo, separadas por la elevación rocosa donde se sitúa el castillo. Sin saberlo, estaban dando los primeros pasos en la historia del turismo en Torremolinos. El fallecimiento por neumonía de Anne Margaret en 1913 hundió a Langworthy, que a su regreso de la Primera Guerra Mundial se dedicó a practicar la beneficencia.